


08.
LA OPINIÓN DE LA INDUSTRIA DE MEDIOS

El ecosistema informativo en Chile atraviesa un proceso de transformación profunda, impulsado por dinámicas tecnológicas, sociopolíticas y generacionales que reconfiguran las formas en que las audiencias acceden, seleccionan y evalúan las noticias. A partir del Informe Nacional 2025 sobre Consumo de Noticias y Evaluación del Periodismo en Chile, elaborado por la Escuela de Periodismo de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso junto a Feedback, es posible identificar múltiples tendencias que revelan tanto una intensificación del consumo informativo como una segmentación significativa en sus prácticas, motivaciones y plataformas preferidas.
Uno de los principales hallazgos del estudio es la constatación del aumento sostenido en el consumo declarado de noticias. Mientras a nivel global se verifica una caída en la frecuencia con que las personas se informan, en Chile la tendencia es inversa: un 82,6% de los encuestados declara hacerlo con regularidad y un 55,1% señala que se informa todos los días. ¿Esto es bueno? Sí y no. Este fenómeno parece estar influido por una coyuntura particularmente noticiosa, marcada por escándalos político-policiales, el adelanto de candidaturas presidenciales y una alta exposición mediática, pero eventualmente también podría reflejar una ciudadanía crecientemente demandante de información en tiempos de incertidumbre.
Esta aparente generalización del consumo de noticias no es homogénea, ya que observamos diferencias por edad y nivel socioeconómico que son particularmente relevantes. Las personas mayores tienden a informarse con mayor frecuencia que los jóvenes, y el grupo de 18 a 29 años es el que menos consume noticias de manera frecuente. Asimismo, mientras en 2024 no se observaban brechas relevantes por nivel socioeconómico, en 2025 se constata una diferencia sustantiva: las personas de NSE bajo presentan una frecuencia de consumo significativamente menor que quienes pertenecen a sectores medios y, especialmente, altos.
Por otro lado, las plataformas utilizadas para informarse también muestran diferencias importantes sobre el consumo de información. Las redes sociales se consolidan como la principal vía de acceso a las noticias, seguidas por los sitios web de medios en línea y los programas informativos de televisión. En contraste, la radio, los medios escritos y las casi desaparecidas revistas presentan un uso mucho menor, dando cuenta de una transición consolidada hacia los soportes digitales. No obstante, estas preferencias varían según género, edad y nivel socioeconómico. Por ejemplo, las mujeres consumen más televisión y redes sociales, mientras que los hombres privilegian la radio, medios online y los impresos. A su vez, los jóvenes usan predominantemente redes como Instagram, mientras que Facebook, WhatsApp y YouTube concentran mayor uso entre personas de más edad o de niveles sociales medio y bajo.
Esta configuración de la audiencia se materializa cuando se observan las redes sociales individualmente: Instagram es la red más utilizada para informarse, seguida por Facebook, WhatsApp y You- Tube. Aunque estas cifras parecen evidenciar una ampliación de las fuentes disponibles, también revelan un fenómeno preocupante: la creciente exposición a información no verificada o parcial, lo que plantea nuevos desafíos para el periodismo profesional y la alfabetización mediática.
"Instagram es la red más utilizada para informarse, seguida por Facebook, WhatsApp y YouTube. Aunque
estas cifras parecen evidenciar una ampliación de las fuentes disponibles, también revelan un fenómeno
preocupante: la creciente exposición a información no verificada o parcial, lo que plantea nuevos
desafíos para el periodismo profesional y la alfabetización mediática."
Un elemento crítico que se deriva del informe es la segmentación ideológica del consumo informativo; es decir, cuando las audiencias tienden a consumir medios que perciben como ideológicamente afines y a evitar aquellos que consideran contrarios a su posición política. Esta polarización, además, se acompaña de una intensificación en la atribución de sesgo mediático, especialmente cuando estos son percibidos como ideológicamente opuestos a la propia orientación del lector. El resultado es una ciudadanía fragmentada, que se informa selectivamente y cuya confianza en los medios depende en gran medida de su alineación política.
Otro aspecto revelador del informe es la persistente desconfianza hacia los medios tradicionales. Aunque el consumo de estos ha aumentado, la evaluación ciudadana del periodismo sigue siendo predominantemente negativa, puesto que la mayoría califica el desempeño de los medios como pobre, sesgados o les atribuye noticias falsas con frecuencia. Estos datos son indicios de una crisis de legitimidad que el periodismo lucha por revertir hace más de una década, y que se agudiza ante el auge de fuentes informativas alternativas como políticos, influencers o medios ciudadanos.
Por último, los datos muestran que, pese a las múltiples plataformas y canales informativos disponibles, el pago por noticias sigue siendo una práctica muy minoritaria. Solo 1 de cada 10 personas aproximadamente declara haber pagado o suscrito a algún servicio informativo en el último año, y este grupo se concentra principalmente en sectores altos y en consumidores de medios tradicionales como El Mercurio y La Tercera, cuestión que subraya la enorme dificultad de los medios para sostener modelos económicos basados en suscripciones, en un entorno donde la gratuidad y la instantaneidad predominan.
El futuro de los medios es y seguirá siendo desafiante y con seguridad impactará la forma como actualmente consumimos información, particularmente noticias. Con la hiper fragmentación que instalan las plataformas digitales, donde cualquiera puede opinar a través de videos o podcast, con “influencers” que construyen audiencias leales de millones de personas, se estrecha el control de los medios tradicionales sobre la distribución y los ingresos, lo que ha movilizado a la industria para cambiar su enfoque del negocio, adaptando estrategias que combinan innovación, adaptabilidad y contenido orientado a las audiencias.
JUAN PABLO LARRAÍN M.
DIRECTOR EJECUTIVO DE FEEDBACK (*)
* También fue director de La Tercera, PULSO y Qué Pasa.

Aunque todos tienen su cuota de responsabilidad por el maremágnum informativo al que son sometidas las audiencias, las consecuencias de esa saturación no son iguales para todos. La “evitación de noticias” -diagnosticada ampliamente en el Informe Nacional 2025 sobre Consumo de Noticias y Evaluación del Periodismo en Chile- que a primera vista parece sólo el efecto de una sociedad “infoxicada”, es también un vector de segmentación, y, en esa medida, incluso un farol que puede ayudar a la sobrevivencia de los medios.
Con independencia del género, edad y el nivel socioeconómico, los encuestados dicen que “evitan las noticias principalmente porque son demasiado negativas, porque afectan su salud mental y bienestar emocional o porque están agotados de la cantidad de noticias que se publican”. A diferencia de las primeras razones, la última, el “agotamiento”, es justamente la única variable que el público puede controlar, apartándose o acercándose a los contenidos que le interesan. Ante sensibilidades distintas frente a la oferta de los medios, la respuesta de la audiencia será distinta también.
Sin entrar en una valoración ética del tipo de noticias que son evitadas, el informe da luces en torno al vector de segmentación comentado, ya que los temas rechazados, y especialmente los policiales, “generan al mismo tiempo un alto interés en otro segmento importante de la población”.
Un beneficio no esperado dentro de una industria -la del periodismo- en permanente zozobra.
Por ejemplo, la evitación de las noticias de farándula (37,1% de la muestra) no ha supuesto una merma sustantiva de la audiencia para esos contenidos, como lo prueban el “renacer” de los programas de ese tipo en la televisión abierta o la proliferación de medios web que la tienen como principal insumo de su pauta; eso, sin contar a los influencers que se dedican exitosamente al tema vía redes sociales o podcast. Y es que hay, teóricamente, más de un 60 por ciento de público potencial dispuesto a poner atención a esas noticias.
Prescindir de la farándula, por lo mismo, no es necesariamente una decisión periodística, sino muchas veces la simple marginación de un contenido que, aunque “rentable”, no entra en la línea editorial. O en el modelo de negocio. Y esto sin contar la presunción, fundada, de que el rechazo por las notas de farándula sea más “declarativo” que real.
Esto último lo saben muy bien los canales de TV, aunque en un sentido inverso: por ejemplo, históricamente el público declara querer más contenido cultural en la televisión, pero una vez puesto en pantalla lo ofrecido raramente es exitoso. ¿Cuánta de la gente que declara evitar las noticias de farándula realmente lo hace?
Un caso similar pero aún más marcado ocurre con las noticias policiales. Aunque afectan “la salud mental y el bienestar emocional”, como lo menciona el 42,4% de la muestra, la renuencia ante las noticias de asesinatos (48,7%), delincuencia (46%), crimen organizado (41,3%) o droga (31%) no se condice necesariamente con la respuesta final de los espectadores.
Generar emociones negativas que llegan a ser “deprimentes o abrumadoras” asoma como una razón potente para evitar este tipo de noticias, pero su calidad de gancho sigue imperturbable: están presentes en todos los medios generalistas y en algunas industrias, como en la radio o la TV abierta, son escogidas habitualmente como noticia de apertura de sus informativos y son capaces también de sostener transmisiones larguísimas (como un funeral narco), sin mayor valor informativo, en los matinales televisivos. Aunque ya estén lejanos los tiempos de revistas como la antigua “Vea”, dedicada mayoritariamente a la crónica roja, sigue existiendo una masa crítica dispuesta a consumirla en otros formatos. Y es casi un 60% de la población.
El futuro inmediato, además, asoma favorable para los medios que más trabajan las noticias “evitadas”: aunque un 45,8% dice saltarse con frecuencia este tipo de contenido, la cifra, según el estudio, “representa una baja de 10 puntos porcentuales” respecto del año pasado.
En definitiva, la “evitación de noticias”, un termómetro de lo que satura y fastidia a las audiencias, es también una señal en sentido contrario, una confirmación de que los contenidos “evitados” son al mismo tiempo apreciados -o al menos no rechazados- por una porción mayoritaria del público y que su moderación -aunque explicable desde un prisma ético- no supone un mandato para los medios. Al revés, lo razonable parece ser encontrar los formatos y los horarios -o espacios- adecuados para exhibirlos.
"Generar emociones negativas que llegan a ser “deprimentes o abrumadoras” asoma como una razón potente
para evitar [las noticias policiales], pero su calidad de gancho sigue imperturbable: están presentes en
todos los medios generalistas y en algunas industrias, como en la radio o la TV abierta, son escogidas
habitualmente como noticia de apertura de sus informativos y son capaces también de sostener transmisiones
larguísimas (como un funeral narco), sin mayor valor informativo, en los matinales televisivos."
CÉSAR OLMOS M.
JEFE DE PRENSA DE RADIO ADN

“Un buen periodista pelea con los noticiarios”. Esta es una de las frases que habitualmente compartocon mis estudiantes del curso Periodismo de investigación. “En mi casa nadie quiere ver o escuchar noticias conmigo”, le cuento a mis alumnos, “porque yo peleo con las noticias”. Es verdad. Soy como esos espectadores que ven o escuchan un partido de fútbol y le reclaman a la pantalla o a la radio porque un jugador hizo o dejó de hacer algo (sí, yo también soy de esos). Con las noticias me pasa lo mismo: reclamo porque el periodista no buscó tal documento, porque no hizo tal pregunta o porque aceptó una respuesta genérica, sin entrar en los detalles que importan.
Es verdad. Cada mañana, cuando voy de mi casa al trabajo, y por las tardes, al volver, voy reclamándole a los conductores y reporteros de los noticiarios que recorro en mi habitual “zapping” radial. Y también, para ser justo, celebro sus aciertos, que son muchos.
Un periodista, les explico a mis alumnos, no solo debe estar capacitado para reconocer un tema de interés público, reportearlo, sintetizar sus elementos más relevantes y difundirlo. También debe ser capaz de analizar de manera crítica las notas que sus colegas publican. A mi juicio, una parte relevante de la labor del periodista es hacer una especie de “análisis forense” de los artículos de la prensa, para reconocer, básicamente, dos cosas:
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Si los colegas presentan documentos que corroboran la versión de los hechos que están transmitiendo (y, de ser así, tratar de entender de qué manera pudieron acceder a ellos: ¿los pidieron por transparencia, los encontraron en una base de datos o se los filtraron?).
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Si las fuentes entrevistadas son pertinentes, ya sea porque tienen autoridad en el tema o porque son los protagonistas del episodio que se está cubriendo, si se les hicieron las preguntas adecuadas y si se informa al público los posibles sesgos que puedan tener.
Si se revisaran de manera sistemática los temas que cubrimos los periodistas de investigación, se comprobaría que la mayoría de ellos ya han aparecido en los noticiarios. Es decir, no son temas exclusivos que estaban ocultos al ojo del público. Y eso es así, porque, precisamente, al hacer el análisis de las notas de la competencia muchasveces detectamos que una noticia fue difundida con un vacío, le falta un documento clave, lo que se afirma en ella no está acreditado con evidencia incuestionable o el protagonista evade responder las preguntas cruciales. Cada vez que pasa eso, al periodista de investigación se le abre una ventana de oportunidad: puede buscar ese documento que falta, puede encontrar la información que compruebe o descarte la versión que ya ha sido difundida por otros medios.
Cuando nos enfrentamos al trabajo de un colega, los periodistas hacemos este análisis. Es lo que se puede llamar una “deformación profesional”. Esta forma de examinar las notas ajenas nos permite reconocer un trabajo bien hecho, sin sesgos. Y también, por contraste, las piezas periodísticas deficientes. Cuando se reitera este ejercicio a lo largo de un amplio espacio de tiempo, el resultado es la base del respeto que los periodistas manifestamos por el trabajo de tal o cual colega o del valor que asignamos a un determinado medio de prensa. Y el respeto de los pares es, probablemente, uno de los mejores indicadores de calidad en el desempeño.
"[...] creo que el factor principal que ha ido minando la confianza de los ciudadanos en la prensa es el trabajo
deficiente de los propios periodistas."
Se pueden buscar muchas explicaciones para el avance de la desconfianza de los ciudadanos en la prensa. Algunas de las que más se repiten, entre los propios periodistas, son: la concentración de la propiedad de los medios tradicionales en pocas manos que, además, tienen los mismos intereses; la presión de los dueños y auspiciadores sobre las decisiones que deben tomar los editores; privilegiar ciertos temas o enfoques que aseguren mayor cantidad de visitas e interacciones y la proliferación de fake news en redes sociales. Sin embargo, la principal responsabilidad, a mi juicio, sigue siendo de los propios periodistas y editores que no hacen correctamente su trabajo –como publicar información sin el debido chequeo– o aceptan injerencias en el proceso de selección de temas, reporteo y difusión.
Así como los periodistas tenemos herramientas, por nuestra formación profesional, para reconocer errores y vacíos en los artículos y reportajes que pueden afectar grave e injustamente la imagen de una persona o entidad, el público bien informado -y particularmente el que tiene formación políticatambién lo hace. De esta manera, creo que el factor principal que ha ido minando la confianza de los ciudadanos en la prensa es el trabajo deficiente de los propios periodistas. Por eso, un estudio como el Informe Nacional 2025 sobre Consumo de Noticias y Evaluación del Periodismo en Chile aporta datos valiosos para saber cómo evalúa el público la calidad de nuestro trabajo y qué está en nuestras manos para mejorarlo, sin culpar al empedrado.
A diferencia del político o el “influencer” que publica en redes sociales, el periodista debe cumplir con requerimientos técnicos y éticos para procesar la información de manera correcta, para encontrar los datos que den sustento o descarten una versión, para revelar los eventuales sesgos de las fuentes. Y eso, lo sabemos, no siempre se cumple. Y cuando no se cumple, en las personas se incuba la legítima sospecha de que los periodistas no quieren contarle todo, que están omitiendo información. Y la única forma de revertir esa tendencia a la desconfianza en la prensa depende, principalmente, de que los periodistas hagan lo que se espera de ellos: un trabajo bien hecho.
PEDRO RAMÍREZ
DIRECTOR DE CIPER

Reprobado. Un 3,6 es la nota que recibe el ecosistema informativo chileno en su conjunto -que incluye a los medios de comunicación, medios ciudadanos e influencers-, en este acucioso informe sobre Consumo de Noticias y Evaluación del Periodismo en Chile realizado por la Pontifica Universidad Católica de Valparaíso. Nota que viene de la mano de una audiencia que mayoritariamente lo percibe como parcial, poco confiable y poco creíble. Así de lapidario.
Sin embargo, hay dos formas de enfrentar este diagnóstico. Lamentándonos una vez más -y acusando que se trata de un fenómeno global que afecta a todas las instituciones democráticas- o bien, haciéndonos cargo de lo que nos incumbe, recogiendo la evidencia, que es la invitación que podemos tomar de los datos y análisis que nos entregan las páginas precedentes.
Más transparencia y rigurosidad. Ese quizás es el reclamo más urgente que hacen las audiencias en este informe, donde un 57,4% considera que los medios son sesgados, un 50,9% los percibe como injustos y otro 60,6% dice encontrar noticias falsas con frecuencia. A ello se suma que históricamente se asocia a los medios a una posición ideológica determinada, lo que en tiempos de mayor polarización –como los actuales- solo se acentúa.
Ante este panorama poner énfasis en políticas de transparencia es clave para establecer un piso en la tan esquiva relación de confianza con los distintos públicos. Me refiero con esto a explicitar las políticas editoriales, las fuentes de financiamiento de los medios, transparentar los posibles conflictos de interés, separar firmemente los contenidos comerciales de los periodísticos, y sobre todo rendir cuenta ante las audiencias y las fuentes por los errores y desaciertos de la información publicada. Todo ello, a través de protocolos claros de corrección de información en el tiempo y forma que corresponda, abarcando todas las plataformas.
Y, frente al combate a la desinformación, no podemos dejar de lado el reforzar prácticas periodísticas que a veces atentan contra la urgencia de la noticia y el apremio por alcanzar el radar de los opacos algoritmos de los buscadores de internet. Esto es verificar con tres o más fuentes confiables un dato o una información. Pero más allá del número, diría que hoy más que nunca las audiencias valoran la diversidad de fuentes y puntos de vista. Más mujeres, un recambio generacional en las fuentes expertas (más jóvenes) y contrapesos en lo político, solo van a sumar.
Más cercanía, más confianza. En este punto las cifras son irrefutables. Según el informe la figura del periodista individual (independiente en el medio que trabaja) que habla y empatiza con la audiencia y sus preocupaciones, es por lejos el actor que goza de mayor confianza por sobre cualquier otra fuente evaluada en el reporte (56,2%), luego están los medios regionales (46%) y los denominados medios ciudadanos (43,5%).
¿Qué nos indica lo anterior? De nuevo, volver al origen y apelar a una de las características básicas de la noticia: la cercanía. Es un imperativo de los medios poner a las audiencias en el centro de los procesos editoriales; conocer sus intereses, sus hábitos, escucharlos,crear espacios de participación. En definitiva, hacer comunidad.
Y aunque lo anterior parezca que son pequeñas acciones, en una apretada industria de medios, con escasos recursos y equipos acotados, se vuelve muy complejo sistematizar dichos procesos y ser consistentes en el tiempo. Requiere de visión y liderazgos que vayan más allá de la urgencia de sobrevivir, y ese es tal vez el mayor desafío para dar estos pequeños pasos que nos orienten a retomar este vínculo virtuoso que implica tener un ecosistema de noticias confiable (más lectores, más credibilidad y menos evitación de las noticias), cualquiera sea la plataforma u orientación editorial del medio.
En ese sentido, el Informe Nacional 2025 sobre Consumo de Noticias y Evaluación del Periodismo en Chile nos da un insumo clave para relevar ciertas prácticas que muchas veces en las salas de redacción las damos por sentadas y no reparamos en si están actualizadas, o son implementadas y conocidas tanto por los periodistas como por las audiencias. Es hora de ocuparnos.
"[...] volver al origen y apelar a una de las características básicas de la notica: la cercanía. Es un imperativo
de los medios poner a las audiencias en el centro de los procesos editoriales; conocer sus intereses,
sus hábitos, escucharlos, crear espacios de participación. En definitiva, hacer comunidad."
PAULA VARGAS MOREIRA
SUBDIRECTORA DIARIO FINANCIERO

Uno de los temas nuevos e importantes que aborda el Informe Nacional 2025 sobre Consumo de Noticias y Evaluación del Periodismo en Chile es el uso de la Inteligencia Artificial (IA) en los medios de comunicación. Como es un tema reciente, los encuestados recién se familiarizan con el uso de herramientas de IA como el ChatGPT (menos de un tercio la utilizan). Asimismo, a la hora de hablar de noticias, 6 de cada 10 personas no podría reconocer una información generada artificialmente. Urge una alfabetización específica para este tema, que será cada vez más masivo. Y debe comenzar por los y las periodistas.
En nuestra labor diaria estamos incorporando crecientemente esta tecnología. Con Inteligencia Artificial, por ejemplo, nos ahorramos horas de “descaseteo” o transcripción de entrevistas grabadas. Ahora una app pagada o muchas veces integrada de manera gratuita a los smartphones, transcriben en pocos segundos, horas de trabajo manual. Sin embargo, se hace indispensable un chequeo del texto transcrito. La mayoría de las veces la transcripción automática se salta partes de la conversación o está ilegible.
La IA también se ha incorporado a los buscadores de contenido, que hay que utilizar con criterio. Esta tecnología incorpora una enorme cantidad de fuentes de información disponibles en la web, pero considerando información no chequeada o derechamente falsa. Por lo mismo, hay que ser en extremo cuidadoso y hacer dobles chequeos para no cometer errores. También probar y conocer los distintos buscadores, para saber cuál es el que mejor trabajo de recopilación de fuentes realiza.
"A la hora de hablar de noticias, 6 de cada 10 personas no podría reconocer una información generada
artificialmente.Urge una alfabetización específica para este tema, que será cada vez más masivo.
Y debe comenzar por los y las periodistas."
El presente informe muestra además que una gran mayoría de los encuestados cree que la IA puede favorecer la producción y difusión de noticias falsas. Y el 82,1% cree que los medios deben informar claramente en qué parte del proceso de la producción de noticias utilizan la IA.
Más que atemorizarnos por el potencial de la IA en los medios, debemos evaluar cuidadosamente su contribución al trabajo periodístico, porque como vimos puede ser una herramienta de gran ayuda.
Cuesta dimensionar el potencial disruptivo de esta tecnología y cómo eventualmente distorsionará la verdad, simulando voces y rostros de personajes públicos que nos obligarán a desarrollar nuevos mecanismos de control y vigilancia para colaborar a que el público tenga el mejor entendimiento de este fenómeno. Son desafíos urgentes que las y los periodistas no podemos esquivar.
CAROLINA URREJOLA SCANTLEBURY
PERIODISTA Y CONDUCTORA DE CNN CHILE